Seguramente has escuchado que Oaxaca es uno de los rincones más encantadores de México, ya sea por sus tradiciones, su cultura o su comida. Recientemente tuve la oportunidad de conocer esta ciudad y sus alrededores, puedo confirmar que sí lo es y por todas las razones anteriores.
Oaxaca de Juárez es una ciudad muy pintoresca, con pequeñas callecitas adoquinadas y casas de colores, galerías de arte, museos y por supuesto bastantes restaurantes. Una de las calles principales, Macedonio Alcalá fue cerrada a los vehículos hace algunos años para convertirse en un andador peatonal que siempre está lleno de turistas tanto nacionales, como extranjeros y claro vendedores ambulantes con increíbles artesanías típicas de la región.
Una de las mejores maneras de conocer la ciudad es recorrer este andador empezando en el Templo de Santo Domingo de Guzmán, el cual fue declarado monumento histórico en 1933 gracias a su impresionante interior barroco. Te aseguro que, como yo, todos los que entran quedan impresionados pues a donde quiera que voltees podrás observar figuras talladas, retablos, pinturas y ornamentos en láminas de oro ¡no encontrarás ni un solo espacio vacío! Para no perderte ningún detalle de esta joya arquitectónica te recomendaría primero hacer un recorrido de todo el templo y sus capillas y luego sentarte unos minutos para observar lo mucho que este lugar tiene para ofrecer artísticamente.
Una vez que termines de apreciar el templo te recomendaría visitar el exconvento de Santo Domingo de Guzmán que está justo a un costado de éste y que alberga el Museo de las culturas de Oaxaca. En el encontrarás varias salas llenas de objetos arqueológicos, arte e historia de toda la zona de Oaxaca, además la arquitectura del lugar es una verdadera belleza.
Desde el exconvento podrás observar el Jardín Etnobotánico, otro de los lugares que formaban parte de lo que fue el mismo complejo, sin embargo, es importante tener en cuenta que las entradas son por separado. En el verás muchas de las variedades de cactus, árboles y demás plantas de la zona y conocer los usos antiguos que se les daban ¡súper interesante! además de que el lugar es padrísimo para tomar fotografías. Como las visitas al jardín son guiadas es importante que cheques los horarios de éstas, pues no te permiten ingresar si no es con el guía del lugar.
Al terminar puedes continuar recorriendo la calle peatonal Macedonio Alcalá y detenerte en las distintas galerías de arte o en el Museo de Arte Contemporáneo hasta llegar al Zócalo de la ciudad. Ahí encontrarás varios portales llenos de restaurantes y cafeterías y la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. En esta zona además puedes disfrutar de un verdadero ambiente mexicano que a mí me enamoró con sus muchos colores y olores, lleno de vendedores de artesanías y ropa típica, carritos de esquites, tamales oaxaqueños, chocolate y demás.
Se dice que para conocer Oaxaca de verdad lo tienes que hacer desde tu estómago, y yo a pesar de no ser una persona muy abierta con la comida decidí probar de todo para vivir la experiencia completa. Así que si ya estás por la zona del zócalo camina unos minutos hasta llegar al mercado 20 de noviembre, ahí encontrarás de todo: artesanías, ropa, piñatas, souvenirs y lo más importante: la comida. En este lugar yo probé el famoso tejate, una bebida oaxaqueña prehispánica que no te puedes ir sin probar. Está hecha a base de maíz, cacao, la almendra del mamey y la rosita del cacao, para mi sorpresa una verdadera delicia que además resulto ser bastante refrescante. También tienes que probar las tlayudas uno de los platillos más típicos de la zona que consiste en una tortilla gigante a la que se le agrega ya sea frijoles, quesillo, chorizo o aguacate, por ejemplo. Y si no lo has hecho antes prueba también los chapulines, aunque puede parecer asqueroso la verdad es que a mí me agradó su sabor.
La comida de mercado es la mejor manera de conocer la cultura gastronómica típica de Oaxaca, sin embargo, la ciudad cuenta con bastantes restaurantes de gran nivel para disfrutar de los platillos de la zona de una manera más fusión-gourmet. Tuve la oportunidad de disfrutar de varios de los más recomendados como Los Danzantes y Casa Oaxaca, que tienen precios bastante razonables y una comida exquisita. Pitiona y La Terraza de los amantes en los que puedes disfrutar de una gran vista al templo de Santo Domingo. Criollo un restaurante en el que pagas $1,700 por un menú de 7 tiempos basado en ingredientes locales y de temporada que cambia cada día, toda una experiencia.
Para disfrutar de un brunch más casual y de una increíble repostería mi favorito fue Boulenc, un restaurante con estilo más hipster verdaderamente delicioso. Si eres fan de la panadería no dejes de comer las conchas de PAN:AM y si quieres probar un verdadero chocolate oaxaqueño o un café tienes que visitar Oaxaca en una taza. Lo mejor de esto es que todos los anteriores están en el área del centro.
Algunas visitas que, aunque no obligatorias que yo te recomendaría hacer si tienes tiempo en la ciudad, es visitar el exconvento de San Pablo, en el que gracias a sus remodelaciones puedes disfrutar de una arquitectura de época mezclada con un concepto más moderno, y además está al lado del Museo del Textil así que puedes aprovechar la vuelta.
La ciudad de Oaxaca tiene mucho que ofrecer, pero para conocer realmente la cultura del estado al máximo tienes que visitar varios pueblos de sus alrededores. Yo lo hice con tour y la verdad es que lo recomiendo mucho, pues además de que la transportación a éstos es más fácil, los guías conocen ya qué lugares exactos conviene visitar.
En el primer día de tour visitamos Monte Albán que se encuentra a 8 km de la ciudad. El costo por entrar es de aproximadamente $70 y vale totalmente la pena. Es un sitio arqueológico lleno de historia ya que esta capital de los zapotecas fue el primer complejo urbano de Mesoamérica y ahora un Patrimonio Cultural de la Humanidad declarado por la UNESCO. Además, las vistas sobre la ciudad son increíbles, pues está rodeado de las montañas que conforman el Valle de Oaxaca.
Continuamos el recorrido en el poblado de San Martín de Tilcajete en donde visitamos el taller de los artistas Jacobo & María Ángeles. Aquí pudimos apreciar el enorme esfuerzo, paciencia y dedicación que conlleva la creación de los alebrijes, aquellas figuritas místicas talladas en Copal que quizá varios ubiquen como el típico souvenir de Oaxaca o como aquel animal fantástico que aparece en la película de Coco. En lo personal, después de pasar un rato ahí y aprender cómo es su proceso desde que se talla la figura en el copal hasta que se pinta cada detallito totalmente a mano desde la imaginación del creador o que una pieza puede tardar más de 9 meses en estar lista, entendí perfectamente una frase que leí por ahí que decían sobre éstos: “más que artesanías, son una verdadera obra de arte” y en eso se convirtieron para mí.
Terminamos el día en el taller de barro de Doña Rosa Real de Nieto, quien descubrió la manera de dar brillo con trozos de cuero o piedra lisa a otra de las artesanías típicas de la zona: el barro negro.
El día siguiente lo comenzamos en el árbol del tule. Muchos pensarán que su nombre proviene de su clase, pero la verdad es que es un árbol “ahuehuete” y se le conoce así porque se encuentra en el pueblo de Santa María del Tule. Si eres amante de la naturaleza como yo, seguro te encantará visitarlo pues es el árbol con el tronco más grande del mundo con 14 metros de diámetro, un peso de más de 600 toneladas y una altura de 42 metros. Se calcula que tiene más de 2,000 años de antigüedad y un dato curioso que me encantó es que se necesitan más de 30 personas para poder abrazar su tronco.
Seguimos el tour en Hierve el agua, un lugar mágico gracias al contraste entre el agua y el paisaje que es en su mayoría árido… y sobre todo gracias a las increíbles vistas de sus cascadas petrificadas formadas por los escurrimientos de agua carbonatada desde los manantiales superiores. Para visitar este lugar es importante llevar un calzado cómodo pues si quieres disfrutar de unas espectaculares vistas inferiores tienes que bajar bastante y si deseas refrescarte en sus albercas naturales no olvides llevar tu traje de baño y toalla.
Después hicimos una de mis visitas favoritas, la de una casa de telares en Teotitlán Del Valle en la que aprendimos el complejo proceso que requiere la elaboración de los tapetes de lana típicos de la zona. Desde cómo se obtiene el material a través de los animales, cómo se le dan los distintos colores de manera natural ya sean los tonos rojos a través de la cochinilla que se adhiere a los cactus, el amarillo del cempasúchil, o el azul de los pigmentos de la planta índigo, hasta ya la manera tan única de tejerlos me pareció totalmente fascinante y admirable.
Terminamos el día con una corta visita a una fábrica de mezcal para conocer su proceso de destilación y una cata de éste. Como al día siguiente tuvimos medio día antes de tomar nuestro vuelo de regreso a casa, decidimos visitar el Ex convento de Culiapám de Guerrero a unos 25 minutos de la ciudad, un edificio del siglo XVI que nunca fue concluido, pero que sin embargo es realmente bello gracias a su arquitectura con estilo colonial. Además de que tiene una carga histórica significativa, pues fue allí donde Vicente Guerrero fue asesinado.
Para mí este viaje fue transformador, pues, aunque siempre me he considerado una persona orgullosa de su país y de sus raíces, creo que el conocer esta parte de México me permitió profundizar más esos sentimientos. El darme cuenta de la gran variedad de comida deliciosa que tenemos, de la diversidad cultural que existe no solo en todo el territorio mexicano sino incluso dentro de cada estado. El escuchar las diversas lenguas de la zona habladas, el conocer un poco más de nuestros antepasados que vivieron muchos años antes de nosotros y el comprender un poco más de como provenimos de una mezcla de culturas, religiones y maneras distintas de entender la vida me aportaron muchísimo.
Para terminar, quisiera también compartir contigo que el conocer todos los procesos que hay detrás de cada “artesanía” que quizás muchas veces llegamos a despreciar o a querer rebajar su valor me permitió darme cuenta de lo que realmente son: obras de arte que conllevan mucho tiempo, paciencia, trabajo artístico, mano de obra, creatividad y dedicación.
Su valor es único y hay que aprender a apreciarlo, pues tanto extranjero me tocó ver que realmente admiran el trabajo ¿por qué nosotros los mismos mexicanos no? Si además es la mejor manera de apoyar nuestra cultura, la economía local y el trabajo de unas manos como las nuestras, mexicanas.
